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Matar al
poema, es decir, quitarle toda solemnidad, sus ropajes retóricos, sus voces
líricas tal vez sea lo que se ha
propuesto este autor puse una puerta/ en el poema/para que una palabra pudiera
abrirla y matarlo. La sed de la escritura emerge entonces lamiendo cada letra, cada signo, hasta las
espinas que habitan la realidad hogar de
arena que molió la piedra/ la espina llorando su invierno/ y el sol/ ¡siempre
el sol!/ o el camino herido por la sed. ¿Cuánto se puede soportar sin
pellejo? ¿cuánto tiempo vive el poema con un
cuchillo sobre su cabeza? El poema quiere gemir la verdad que desea ser de verdad, y Adrián
sabe cómo hacerlo, como un auténtico trovador de piedra todo en
él/ sigue vivo/ y ahora/ me persigue un cuchillo.
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