Como una canción de nana sombría, llegan los versos de
Eliana a soplarnos la extrañeza. Cada signo puesto allí tiene la fuerza del
impacto, pero con la sutileza y la minuciosidad de un orfebre, o de un cirujano
que destripa palabras: pisa
enfurecido el papel/ apolillado y pisa/ se lo come.
El sentido de su poesía,
evidentemente, está en otro lado, en ese lugar vacío que ella deja, en el
velamen que oculta aquello que pugna por mostrarse ante nuestros ojos. Eliana
tiene el talento para desescribir lo dicho, y le otorga categoría poética hasta
a las cosas que pueden resultar más familiares: Por eso
tu familia/ cada doce de noviembre/ festeja
tu cumpleaños/ soplando huesitos tiernos.
Atravesada por estos discursos, Eliana abarca zonas insospechadas de
significación y nos sacude. Sólo se espera el mazazo final al concluir la
lectura de cada uno de sus creaciones.
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