Las palabras de Euge tienen el sello macabro de las cajas chinas, una dentro de la otra, reinventan el vaivén del juego, lo acarician, lo arrullan como conduciéndolo al abismo, donde la nada, en la última caja, enmudece y canta “…este lugar que te es incognoscible, como a mí esta voz, que no comprendo…”
Al pronunciar su poesía –que sin duda se corporiza en el sonido- uno teme que las peores calamidades se avecinen y nos derriben con la contundencia de un buen cachetazo o de un tsunami: “ya no vienen ni las mariposas/ de lo perforadas que les quedan las alas”;“bajo la marea hay mordeduras, filos de corales, pintura celeste, algas. y esa sensación de arena yéndose…”
Sin embargo, de alguna manera
ella nos resulta adorable, por todo aquello que calla en sus textos, por ese
recorte arbitrario que hace sobre el significado, por esa huella de silencio
con que se presenta …como sabiéndome/ ya
frágil e indestructible …
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