II
no como voz, no como imagen,
se imprime sobre mi rostro ciego
deja letras esparcidas, esquirlas
detenidas en el aire amarillo.
El invierno rodea sin tomar posesión
animal impredecible, ajeno de sí
triste miseria y sonidos entumecidos
Así, el invierno retorna a mí
a hablar de mí sin mí
a cuantificar su miedo acribillado
no como voz, no como imagen
silente, impronta en mi rostro
un árbol desnudo por su metralla
toma por extranjeros los pájaros
el invierno martilla sin cesar
este yunque rostro sin perfección
columna de soldados rendidos
sin armas, sin verdes musicalizaciones
con los horneros sin hogar
gritando por auxilio
aquella fila de álamos desnudos
reclama primavera y mi voz no llega
y mi pecho no alcanza
y aunque la vida hierve en mis genitales
el plomo que me arrastra
ni siquiera les deja cercana
mi última sangre.
¡Adiós!
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