Cuando
salgo a caminar con mis botas en la mañana no me asusta el agua del riego de
las vecinas; esas mujeres que siempre se levantan a regar su vereda temprano y
que salen, aunque sólo hasta ahí no más, hasta su vereda.
El
problema fue cuando salí sin mis botas y los pies tuvieron que buscar cosas
donde no las hay y ahí abajo se amotinaron.
Lamentablemente,
casi todos mis pobres hongos murieron de hambre y las vecinas ni siquiera
vinieron al sepelio
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