Resistirse a
la lectura de los poemas de Carlos sería algo así como un verdadero pecado ¿Por
qué? Las causas de su mística es la más terrenal de todas, su fe en la palabra
se desprende de las vociferaciones contra el cielo y sus falacias. De sus textos
se desprende el olor del hereje que muerde sus verdades cuando escribe: “Sabemos
que la angustia es un suspiro/ de los gorriones que se sientan a contemplar los
muros/ encima de la cruz del San Bernardo” “…y yo oculto mis hojas creyendo en
la palabra/ creyendo en el mañana que se acerca/ porque/ llegará el día, la
hora o el poema/ en que los dientes de él se habrán caído”
Al leer a Carlos asistimos a un rito
de fe en lo otro, en aquello que se intuye, pero se calla.
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