nació en un depto
del centro desde donde se veía, los días bravos, el polvo de la barda rojo en
suspensión. la última vez que se encontraron ella estaba pinchando discos en
una fiesta en una casa cara. les gustaba olerse el perfume a oriente entre los
rayos del after hour. frío (el clima). sustancias fluctuantes en las canaletas
de jardines del rey. estaba en la agenda de todos el aura diamantina de su
nombre y su prestigio: nombre de ciudad, reviente de pueblo. tatuajes y
jengibre en los templos de la moda, jóvenes chetas paseando en el perímetro de
un barro total. jezzabel, jezzabel. siempre sonarán por neuquén las canciones
marroquíes que evocan tu nombre.
a los 15 descubrió
Nietzche en la biblioteca del colegio, y así empezó a unir puntos dispersos de
su mente.confrontaba, por ejemplo, estadísticas bíblicas con afirmaciones
nihilistas, que se mezclaban con las risas de beavis y butthead en la tele.
era, como se supo después, un mago rebelde. desde las cajas de CDs
perfectamente rotuladas llegaban los ruidos que hacen los martillos cuando se
talla un epitafio. días que vivirán por siempre entre el humo esparcido sobre
los árboles en una plaza fractal. tendido sobre la cama, con los auriculares
puestos, nace el superhombre.
tiene dibujos de
sus hijos en la pared del cubículo de su oficina. se los muestra a todos sus
compañeros cada vez que pasan cerca suyo, pero se olvida que ya los mostró mil
veces y nadie le presta mucha atención. se olvida también que hasta el
supervisor empieza a burlarse de ella por la ropa desteñida que trae al
trabajo. los electrodomésticos dejaron de funcionar hace tiempo. su matrimonio
también. aún así su temperamento no se
desmorona: un dibujo de Barney ilumina esos 4 metros cuadrados
que ahora ella llama "mi guarida".
si no fuera por la
heladera metalizada, los cerámicos blancos, el jardín con estatuas y el BMW de
su papá, ella se sentiría una chica un poco más normal.
pero la agobia la
ostentación de su familia y el modo en el que obligan a almorzar con ellos a la
empleada doméstica. hay veces que no soporta más y con una mano toma su pelo y
forma una larga cola de caballo, que suelta por el balcón de su pieza hasta el
piso de abajo. repite el ritual todas las noches
con la esperanza de
que algún día suba por ella un chico de los suburbios y la invite a andar en
moto por una calle de tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario